Del silencio
de tus labios al vibrar de los míos,
pasando por
sentimientos a mil revoluciones.
Revoluciones
que no quisimos aprender a controlar
por el mero
hecho de querer vivir deprisa.
Tan deprisa
que el alrededor no existía
ni siquiera como
un epígrafe de esta historia,
o al menos un
aparte de la misma.
Pero si creíamos en los caballeros con armadura oxidada
¿cómo íbamos a saber que eso de las almas gemelas
no era más que cuento chino?
Un cuento precioso, por cierto.
Demasiado para ser real.
Que no hay más
ciego que el que no quiere ver
y a ese juego
nadie nos ganaba.
¿Ojos? ¿Para qué?
Te siento y me sientes, con eso bastaba
o no…
Quizás sí,
probablemente no.
Cada vez que
me pregunto qué podríamos haber sido tú y yo
si aún
fuésemos tú y yo la melancolía de lo imposible llena mis sábanas,
como hace
algún tiempo las llenabas tú.
Que el cambio
de papeles no entraba dentro del guion,
pero quizás
no, probablemente sí eso era lo que necesitamos.
Misma
historia, nuevo guion.
Yo, verdugo,
clamando por tu amor, rey entre mil reyes.
Que en la vida
hay más cajas de pandora de las que creemos,
y que tener
una entre nosotros no es delito,
mientras no se
abra.
Siempre me ha
gustado la idea de guardar los males bajo llave,
y qué mejor
lugar que una caja con nombre propio.
Y bueno, que
el fin de la historia es el mismo, ninguno.
No hay final
cuando la historia es buena,
de la misma
manera que no hay historia sin personajes nuevos.
Pero que quede
entre nosotros dos,
lo que
podríamos haber sido tú y yo si no fuésemos tú y yo
es nada más
que un suicidio colectivo.
Y como por
amor no se muere,
el tiempo nos
enseñó a cambiar para seguir.
Jugar a desconocernos de nuevo,
y esta vez, para siempre.
y esta vez, para siempre.
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